Poema 100


Él la conoció, tuvo el placer de caminar junto a ella,
ella se  mostró gustosa de acompañar al muchacho,
el muchacho ponía otra vez en su cielo una estrella,
mas trataba en un principio de no ilusionarse mucho.

Y construyó junto a ella una ilusión que se adornaba,
con las rosas que florecían en los rosales mentales
que ambos mantenían regados mientras se gestaba,
aquel amor lleno de sentimientos puros y naturales.

Y él la celaba, temía que ella pudiera conocer a alguien,
que lo sustituyera, estaba inseguro, no confiaba en sí mismo
pero sabía que si ella lo elegía a él, sería para ambos el bien
porque ella solo lo querría a él, y él a ella asimismo.

Y construyeron juntos una relación muy lentamente,
poco a poco, pero que con poco podría destruirse,
como un castillo de naipes, y los dos bellamente,
acordaron que era momento de ambos para amarse.

Y se veían, salían juntos, se rosaban y en el cielo
del muchacho había cada vez más estrellas,
y los rosales mentales florecían y tomaban vuelo,
y se hicieron frecuentes aquellas noches tan bellas.

Aquel castillo de naipes que construyeron lento,
amenazó con caerse, y los rosales con secarse,
pero el amor puro siempre triunfó en su momento,
y los naipes seguían ahí, y los rosales volvían a refrescarse.

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