Sui generis

 

Él no sabía cortejar,
eso que ella llamaba
“echar el cuento”.
Lo que tampoco sabía,
es que justamente eso
era lo que lo hacía especial.

Ella, cansada de frases trilladas,
de hombres que imponen su ego
que buscan solo carne fresca,
encontró en él algo que surgía…

Se le aparecía en una corta conversación,
tres días no, uno sí, luego otros tres no,
pero ese día que aparecía, tocaba fibras
que hacían que ella se acostara
con las pupilas dilatadas, el corazón hinchado
y los ojos brillosos…

Ella pensó que quizá entre tanta trivialidad,
lo que surge así era lo que ella estaba esperando,
y ansiaba esa primera salida, como se ansía el desayuno…

Pensó también que donde todo surja,
donde no haya que pedir el primer beso,
donde la primer caricia sea mutua,
donde el amor no existía pero se construyó,
donde no se dan cuenta cuando se pasa
de amigos a novios… Ahí es…

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