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“Punto de inflexión”

Luna llena con halo circular, café que refleja mi rostro indeciso. Una mesa pequeña, una silla y una libreta, donde hace tiempo mi lápiz no tatuaba el papel. Cartas de naipe desordenadas, no sé si por mí o por extraños que jugaron con trampas y dejaron mi mesa desordenada. Muebles, sucios, un par de latas de cerveza y un tubo que gotea incesantemente. Incertidumbre, parada en seco de mis metas, unos versos en primera persona y un futuro por arreglar, Una casa bella y llena de brillo que han ensuciado los extraños. Una deuda con el banco de la justicia, que la vida y el tiempo solos se encargarán de pagar, una chimenea que arde aún, con una llama tímida pero que me dice que el fuego será intenso cuando las bocas de los extraños que se fueron sean calladas. La luz mortecina lunar es el reflejo de un sol que está vivo, y mientras haya un sol, habrá vida, y mientras haya vida habrá un poeta que se levantará ardiendo como la llama de la hoguera que esta noche arde

“Latitudes altas”

Entre días cortos y fríos raros y repentinos, entre paisajes extraños pero hermosos, entre miles de árboles caducifolios, piensa en ella, es como un extraño con recuerdos anclados. Entre edificios altos y montañas nevadas, calles amplias y cielos con nubes rasgadas, piensa en ella, como si cada vez que suspirara el nombre de ella saliera por su aliento que parece humo de cigarrillo con el frío de ciudad. La abundancia de luz le impide ver las estrellas, entre ráfagas de luces de aviones mira el cielo y piensa en ella, como si la tuviera de frente para abrazarla por detrás y terminar la noche juntos. Entre asfalto, concreto, edificios y un otoño inminente, ese extranjero con raíces de pueblo sabe que no puede dejar de pensar en ella, como la Tierra  no puede dejar de ser iluminada por el sol Entre latitudes altas y temperaturas frías, entre gente robotizada y sin tiempo para detalles, él piensa en ella, por el simple hecho de ser ella, porque aunque está lejo

Sol

Ella esperaba que él le preguntara por el tamaño de su busto, o el tamaño de su cintura, él solo quería saber la talla de su corazón. Ella esperaba que le él le dijese que la deseaba, que el amor de él estaba limitado al deseo, él solo quería llegar a su alma. Ella no esperaba detalles, ni lujos ni poemas ni rosas, él le demostró que era un hombre en peligro de extinción. Ella esperaba conocer uno más del montón, él le demostró que no era una estrella más del firmamento, él quería ser para ella el mismísimo sol.

“Atardecer”

Los últimos rayos del sol tiñen el paisaje, muere el día trece, que pasó sin pena ni gloria. El Este comienza a mostrar puntos como estrellas y la última ceja del sol se ocultó. Ha pensado en ella todo el día, paralelo al trabajo, a lo que hace por rutina, florece y se marchita ella, ¿De verdad la amará?... Es la duda en el adiós del sol. Ha pensado en cuándo la quiere, en lo que siente, en si las campanas del querer suenan o solo quedan ecos, ¿Se ve teniendo hijos con ella? Un escaño con campo para dos comienza a pedir abrigo, compañía y amor… ¿Quiere él pasar el frío otra vez solo? Hay una duda en el rincón donde ella olvidó un par de libros…

Halo ocular

Los miré, parejos, con una lucidez tan joven como ella, eran dos, grandes, abiertos y prestos a escuchar como espejos que nunca se empañan: sus ojos… Reflejaban tanta luz como la que refleja la luna, rebotaba mi rostro en ellos como luz sobre Venus, y reflejan como un oasis el sitio más profundo de su alma. Son claros en tardes de sol y cafés de noche y madrugada, tienen un halo verdoso que circula una laguna de miel. ¡Juro que he visto el firmamento en sus ojos de cristal! Los he visto llorar quizá una o dos veces, los he visto reír, amar, sentir y besar, los he visto decir cosas que la boca no puede, esos son los ojos de ella, esos que sé que serán los mismos por siempre.

“Noche sabatina”

Casi llena la luna de la noche sabatina, cristales de hielo de nubes altas, brisa tan trémula como imperceptible, soy un sol nocturno que la calienta a ella… Casi perfecto el amor que nos embarga, madera mojada por el rocío en los techos, luna de luz mortecina en las montañas, soy un par de labios que la besan a ella… Casi canción es este poema cálido, metal frío que se calienta y funde en un abrazo, cielo firmado por la marca de cada estrella, soy un par de ojos que la miran a ella… Casi inefable el mar de sentimientos de mi alma, tierra nueva que conquisté en una isla virgen, techitos llenos de luz blanquecina lunar, soy un corazón que la ama a ella…

¿Será?

Trémulos los árboles caducifolios comienzan a enverdecer ¿Será porque estamos en abril que coincide eso con mi corazón? Las notas del viejo piano comienzan a sonar ¿Será porque el alma vibra como si de nuevo la tocaran? Giran otra vez las ruedas de aquella vieja bicicleta ¿Será porque alguien ha vuelto a pedalear con la cadena de la ilusión? Se han dejado de oír aquellos dos dados ¿Será que este corazón ha dejado de jugar al azar? Alguien ha profanado el silencio de aquella habitación vacía ¿Será que aquel muchacho que vive solo ahí tiene con quien hablar? Ha zarpado el viejo barco y parece que lleva dos pasajeros ¿Será que se enrumban hacia aguas más tranquilas? La luna se ve ahora llena, antes estaba en cuarto creciente ¿Será que él ha encontrado su otra mitad como lo ha hecho la luna?

“Fruta para dos”

Entre soles de marzo y abril, cielos azules y hojas movidas trémulamente por la brisa, mis ojos enfocan cada sábado su cuerpo desde lejos, pasando el resto del mundo a segundo plano en instantes. Mi alma ansiosa y mis adentros eufóricos piden que corra a abrazarla, gritando una voz desesperada ¡Es ella! ¡Ahí está! Yo solo trato de medir mis emociones para no quebrarle las costillas en un impulso desenfrenado. Me reflejo en sus ojos miel y mi cuerpo se paraliza, le cuelga alegría y hasta un poco de llanto de felicidad a mi rostro, mis ojos, mi alma y mis adentros nacen y mueren en ella. Ella frunce las cejas y pregunta el motivo de mi mirada, resumo un mar de sentimientos diciendo que la he extrañado… El árbol cuyo fruto para dos hemos construido florece, en una pequeña maceta que hemos regado cada día dentro de un pequeño velero que lleva por bandera mi sol y tu luna y que muere por ver tierra pronto entre los mares de esperanza.

La Isla de lo eterno

Ella piensa que una palabra es capaz de herir más que cualquier golpe físico. Tiene dudas y un pasado como base para ser la mujer que es. Ella es como un espejo misterioso, el cual ha visto y vivido con esos ojitos que se duelen al llorar cosas horribles y aún así refleja una ternura y unas ganas de vivir que me han enamorado por completo. Ella dice las verdades con una sapiencia que cala hasta el más profundo filamento del alma, ella ha sabido suavizar lo duro de mis mentalidades, como hielo en medio de las llamas. Ella hace que este corazón lleno de cicatrices suspire, viene del cielo y me ha llamado a su barco, donde con el viento del destino vamos encaminados hacia la isla de lo eterno, donde quiero con ella vivir.

Sistema solar.

Complicidades como la de la Luna y el Sol, que comienzan a gestarse en un amanecer, girando juntos con ciclos sincronizados y perfectos, bailando juntos una danza con las estrellas. Brillaste como Venus en el firmamento desde el primer día que comencé a observarte, y yo lejano te observaba como la mancha de Mercurio cuando pasa por la enorme silueta del Sol. Pronto nos sentimos tan únicos como Fobos y Deimos, las lunas que cómplices vigilan Marte, y tú como La Tierra rebosante de vida me hablabas y revolvías fácilmente mis ideas como la atmósfera de Júpiter. No dejo de lado que nuestro cielo algunas noches se oscureció, y me sentí tan lejano como Urano, Neptuno y Plutón, pero hemos sido completos de nuevo a pesar de las discusiones, unidos como los anillos que rodean el hermoso Saturno. Y al final, a pesar de haber navegado todo el Sistema Solar, no hallo mejor sitio que tu planeta, diferente, rebosante de vida, lleno de horizontes marítimos, de barcos que llevan

Labios morenos

Tenía una boca gruesa y carnosa, una piel morena como el dulce de  leche, unos labios dulces y apretados, aquella boca que siempre quise besar. Aquel amor platónico tenía esos labios, que nunca llegué a besar no sé por qué, me quedé con los deseos guardados en el baúl de lo que pudo ser. Tenía un pequeño lunar tan cerca del  labio superior fueron tantas las noches que soñé comerlo, que aún quedan rastros de humedad en mi boca. Y es que se le formaba una comisura en ese labio superior cuando sonreía que mojaba mis labios con solo verla en una fotografía. Oh ansiados labios carnosos rojo oscuro. Esos jóvenes labios tienen cinco años menos que yo, pero no habrá noche que no me arrepienta de no haberlos besado…

El velero

En un velero pequeño y hecho en poco tiempo, hemos escapado tú y yo de islas en ruinas. Hoy vamos juntos viajando en este bote, construido con pedazos de nuestros rotos corazones. El viento con aires de confianza mueve la vela, no sé muy bien en qué dirección, pero ella me agarra la mano izquierda y me dice que vamos aferrados al velero los dos. Hemos recordado de camino que no sabemos nadar, y que la tierra de las islas en ruinas que dejamos ha desaparecido en el horizonte, ya somos tú y yo solos, adheridos a la madera del velero. Vamos, hoy, esta noche, iluminados solo con la luz de la luna cumpliendo cada noche nuestro sueño de ver estrellas. El pájaro del tiempo llegará en su momento y nos señalará tierra nueva, y ahí, en esa isla nueva que encontremos, tomará puerto este barco se armarán nuestros corazones y serán cielo nuevo, sol nuevo y vida nueva.

“La musa de este poema”

Los azares a veces dejan de ser azares, y se aparecen como alados seres venidos de inesperadas conversaciones, y cielos fríos despejados de después de Navidad. Así conocí a la musa de este poema… La musa de este poema no tiene comparación, soy árbol y ella me ama aunque se me caigan las hojas, porque sabe que aún sin hojas, mi tronco es fuerte, mi madera interna sigue estando intacta. La musa de este poema rema conmigo en este barco, no importa que a veces dudemos ella y yo del destino, ella sabe que si vamos juntos, llegaremos juntos. La musa de este poema dice que soy un sol, y si esa musa llora un día, yo iluminaré sus lágrimas y las haré brillar como el rocío en un arcoíris. La musa de este poema es un ángel y yo seré de hoy en adelante sus alas.