“Fruta para dos”

Entre soles de marzo y abril, cielos azules
y hojas movidas trémulamente por la brisa,
mis ojos enfocan cada sábado su cuerpo desde lejos,
pasando el resto del mundo a segundo plano en instantes.

Mi alma ansiosa y mis adentros eufóricos
piden que corra a abrazarla, gritando una voz desesperada
¡Es ella! ¡Ahí está! Yo solo trato de medir mis emociones
para no quebrarle las costillas en un impulso desenfrenado.

Me reflejo en sus ojos miel y mi cuerpo se paraliza,
le cuelga alegría y hasta un poco de llanto de felicidad a mi rostro,
mis ojos, mi alma y mis adentros nacen y mueren en ella.
Ella frunce las cejas y pregunta el motivo de mi mirada,
resumo un mar de sentimientos diciendo que la he extrañado…

El árbol cuyo fruto para dos hemos construido florece,
en una pequeña maceta que hemos regado cada día
dentro de un pequeño velero que lleva por bandera mi sol y tu luna
y que muere por ver tierra pronto entre los mares de esperanza.

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