Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2015

Mujer

Me gusta la mujer que abraza, que da paz en las tormentas internas que vivo, la que tiene oídos para escuchar lo que me pasa cada día. Me gusta la mujer que sonríe, que mata los estereotipos, que sueña, que se ve hermosa cada uno de sus días. Me gusta la mujer que se independiza, que no vive sometida,  que es de ella y no de nadie más, me gusta la mujer libre. Me gusta la mujer que piensa, que tiene criterio, que aumenta la inteligencia porque sabe que ahí nace la verdadera belleza. Me gusta la mujer que siente, que ama y que conquista con ello. No me basta un par de nalgas ni me conformo con un par de tetas.

“Flor incompleta”

Poco a poco, pétalo por pétalo, se me deshoja la iridiscente flor de la adolescencia, las remembranzas de amores de una tarde, de amores temporales pasan trémulas por mi mente, y nostálgico suelto la última mano de mis años de ensueño. Se niega a soltar las manecillas del reloj del tiempo un niño, el niño que queda en mis adentros y me ordena escribir. Los años envejecen los tejidos de la piel de mis manos, pero hay un jovencito que travieso vive en mi interior. Ya el tren nostálgico que lleva como carga mis años, ha llenado el vagón de la niñez y el de la adolescencia, se ha detenido en la estación de la adultez, y los rieles apuntan a caminos inciertos. He regalado felicidad, adquirido tristeza y alquilado ilusiones en los andares de mi alma. Tengo una flor incompleta, una vida ávida de piezas, un alma fuerte y un corazón remendado. Tengo una mañana soleada y una vocecita que me dice que salga a cumplir sueños.

Remedios

Otra vez plasmaba el ruido de la noche un recuerdo vano e inoportuno… Harto, trato de buscar remedios caseros, pero no existe vacuna contra la melancolía. Duelen las frustraciones, los desengaños, las mariposas muertas en el estómago, sólo busco un remedio para estos males, pero el té de manzanilla no limpia los recuerdos… El olor a ella me revolotea en la habitación, y trae ansias, odio y un poquito de amor, busco ardorosamente la medicina para este mal, pero la sábila no cura una piel erizada. Finalmente y antes de dormir, los malestares degeneran en un dolor en el pecho, un hueco al que le busco cura inmediata, pero no existen pastillas contra el dolor de alma.

El tesoro perdido y el aborigen

Era una de las tantas mañanas en las que Marcial viajaba desde Palmares hasta La Paz de San Ramón a laborar fuertemente en la finca que era de propiedad de su hermano Álvaro, el tiempo estaba muy nublado y brumoso, la lluvia había destrozado el camino al punto de transformarlo en una laguna de fango prácticamente impenetrable por un vehículo. En medio de un fuerte aguacero Miguel Ángel, sobrino de Marcial, impulsaba poco a poco el Land Rover azul que según ellos era un vehículo capaz de penetrar el camino hostil repintado de café oscuro y atiborrado de agua, la poca visibilidad la daban las escobillas que tenuemente limpiaban el parabrisas delantero del vehículo que por tramos se detenía y los tripulantes salían con palas y sachos a limpiar el camino para poder seguir, las piedras sumergidas en fango y agua se convertían en enemigos del Land Rover pues algunas tenían la altura suficiente para volcar el automotor, pero el ingenio de Miguel Ángel al volante logró llevar a

La luz nocturna

Era una tarde soleada de verano en Zaragoza de Palmares, el viento sacudía suavemente los árboles de guaba y las matas de plátano y banano, así como también las plantaciones de café caturra que Rafael podaba como parte del tratamiento que se le da a estas plantas en el mes de febrero. En horas vespertinas él se recostaba a tomar aire fresco al pie de un gigantesco árbol de Higuerón que lucía imponente en lo más alto de la finca de los González, el crujir de sus ramas y el ruido de las hojas producidos en complicidad con el viento suave de la tarde transformaban el lugar en un apacible espacio para relajarse unos quince minutos mientras tomaba un café hirviente y un pedazo de pan dulce para después proseguir hasta que el sol dejara de iluminar la finca. Una tarde de tantas, terminó la jornada de trabajo en el cafetal y Rafael se marchó hacia su casa de habitación que quedaba justo al lado de la plantación de café de la cual era dueño, cenó tranquilamente a eso de las sie