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Sol

Ella esperaba que él le preguntara por el tamaño de su busto, o el tamaño de su cintura, él solo quería saber la talla de su corazón. Ella esperaba que le él le dijese que la deseaba, que el amor de él estaba limitado al deseo, él solo quería llegar a su alma. Ella no esperaba detalles, ni lujos ni poemas ni rosas, él le demostró que era un hombre en peligro de extinción. Ella esperaba conocer uno más del montón, él le demostró que no era una estrella más del firmamento, él quería ser para ella el mismísimo sol.

“Atardecer”

Los últimos rayos del sol tiñen el paisaje, muere el día trece, que pasó sin pena ni gloria. El Este comienza a mostrar puntos como estrellas y la última ceja del sol se ocultó. Ha pensado en ella todo el día, paralelo al trabajo, a lo que hace por rutina, florece y se marchita ella, ¿De verdad la amará?... Es la duda en el adiós del sol. Ha pensado en cuándo la quiere, en lo que siente, en si las campanas del querer suenan o solo quedan ecos, ¿Se ve teniendo hijos con ella? Un escaño con campo para dos comienza a pedir abrigo, compañía y amor… ¿Quiere él pasar el frío otra vez solo? Hay una duda en el rincón donde ella olvidó un par de libros…

Halo ocular

Los miré, parejos, con una lucidez tan joven como ella, eran dos, grandes, abiertos y prestos a escuchar como espejos que nunca se empañan: sus ojos… Reflejaban tanta luz como la que refleja la luna, rebotaba mi rostro en ellos como luz sobre Venus, y reflejan como un oasis el sitio más profundo de su alma. Son claros en tardes de sol y cafés de noche y madrugada, tienen un halo verdoso que circula una laguna de miel. ¡Juro que he visto el firmamento en sus ojos de cristal! Los he visto llorar quizá una o dos veces, los he visto reír, amar, sentir y besar, los he visto decir cosas que la boca no puede, esos son los ojos de ella, esos que sé que serán los mismos por siempre.

“Noche sabatina”

Casi llena la luna de la noche sabatina, cristales de hielo de nubes altas, brisa tan trémula como imperceptible, soy un sol nocturno que la calienta a ella… Casi perfecto el amor que nos embarga, madera mojada por el rocío en los techos, luna de luz mortecina en las montañas, soy un par de labios que la besan a ella… Casi canción es este poema cálido, metal frío que se calienta y funde en un abrazo, cielo firmado por la marca de cada estrella, soy un par de ojos que la miran a ella… Casi inefable el mar de sentimientos de mi alma, tierra nueva que conquisté en una isla virgen, techitos llenos de luz blanquecina lunar, soy un corazón que la ama a ella…

¿Será?

Trémulos los árboles caducifolios comienzan a enverdecer ¿Será porque estamos en abril que coincide eso con mi corazón? Las notas del viejo piano comienzan a sonar ¿Será porque el alma vibra como si de nuevo la tocaran? Giran otra vez las ruedas de aquella vieja bicicleta ¿Será porque alguien ha vuelto a pedalear con la cadena de la ilusión? Se han dejado de oír aquellos dos dados ¿Será que este corazón ha dejado de jugar al azar? Alguien ha profanado el silencio de aquella habitación vacía ¿Será que aquel muchacho que vive solo ahí tiene con quien hablar? Ha zarpado el viejo barco y parece que lleva dos pasajeros ¿Será que se enrumban hacia aguas más tranquilas? La luna se ve ahora llena, antes estaba en cuarto creciente ¿Será que él ha encontrado su otra mitad como lo ha hecho la luna?

“Fruta para dos”

Entre soles de marzo y abril, cielos azules y hojas movidas trémulamente por la brisa, mis ojos enfocan cada sábado su cuerpo desde lejos, pasando el resto del mundo a segundo plano en instantes. Mi alma ansiosa y mis adentros eufóricos piden que corra a abrazarla, gritando una voz desesperada ¡Es ella! ¡Ahí está! Yo solo trato de medir mis emociones para no quebrarle las costillas en un impulso desenfrenado. Me reflejo en sus ojos miel y mi cuerpo se paraliza, le cuelga alegría y hasta un poco de llanto de felicidad a mi rostro, mis ojos, mi alma y mis adentros nacen y mueren en ella. Ella frunce las cejas y pregunta el motivo de mi mirada, resumo un mar de sentimientos diciendo que la he extrañado… El árbol cuyo fruto para dos hemos construido florece, en una pequeña maceta que hemos regado cada día dentro de un pequeño velero que lleva por bandera mi sol y tu luna y que muere por ver tierra pronto entre los mares de esperanza.

La Isla de lo eterno

Ella piensa que una palabra es capaz de herir más que cualquier golpe físico. Tiene dudas y un pasado como base para ser la mujer que es. Ella es como un espejo misterioso, el cual ha visto y vivido con esos ojitos que se duelen al llorar cosas horribles y aún así refleja una ternura y unas ganas de vivir que me han enamorado por completo. Ella dice las verdades con una sapiencia que cala hasta el más profundo filamento del alma, ella ha sabido suavizar lo duro de mis mentalidades, como hielo en medio de las llamas. Ella hace que este corazón lleno de cicatrices suspire, viene del cielo y me ha llamado a su barco, donde con el viento del destino vamos encaminados hacia la isla de lo eterno, donde quiero con ella vivir.